Experimentos con azúcar - tartas decoradas - Pamplona
Hace un par de semanas tuve la enorme suerte de poder asistir, en Madrid, a un curso de modelado intensivo de tartas con Patricia de "La sorpresa de Clara".
Fue un curso estupendo y, Patricia, una profesional como la copa de un pino; seria, exigente y con una paciencia infiniiiita.
Bueno, pues este fue el trabajito que hicimos con ella. Sinceramente, cuando entré en su taller y me enseñó lo que, supuestamente, íbamos a hacer, pensé... "ni de globo!", pero con una profe como ella, fue posible!!!
La verdad es que no pude acabar mi tarta allá porque perdía el tren de vuelta a Pamplona, así que me tuve que llevar tarea para casa.
La cabeza de la niña la hice a tal velocidad que aún no se cómo salió lo que salió; creía que me iba a dar un ataque de ansiedad del estrés que llevaba encima. Mis compañeras de curso repitiéndome que era hora punta y que no iba a llegar al tren y yo, haciendo el maldito lazo de la cabeza de la niña con un temblor de manos que parecía que tenía Parkinson. Lo repetí cosa de 5 veces, lo pegué como pude y me fui casi sin despedirme.
Ya en el taxi, de camino a la estación y, angustiada por si perdía el tren, fui consciente de que me había dejado el móvil en "La Sorpresa de Clara"; segundo ataque de ansiedad.
La siguiente "sorpresa de Patricia (yo misma)" fue al llegar a la estación de Atocha: momento
"pongan todo su equipaje en la cinta para pasar el escáner de seguridad".
Aquí ya, el que iba a ser mi tercer ataque de ansiedad en menos de una hora (que eso no lo resiste cualquiera), empezó a derivar en ataque de pánico; ahí estaba yo con mi tarta, recién hecha y fresca, destapada porque era alta y, por tanto, no se le podía poner la tapa a la caja y el tipo del escáner con cara de pocos amigos.
Yo, que no metía la tarta en el escáner.
El, que metiera la tarta en el escáner.
Y yo, que no.
El, que si.
Entonces llegó el momento sermón; que si en el aeropuerto me la tirarían a la basura si no la pasaba por el escáner, que a saber lo que puede llevar dentro la tarta... Y yo, con las orejicas gachas pero... que no metía la tarta!
Finalmente, tuve que sacar de la bolsa (cuidadosamente montada y compartimentada) la tarta,
los cupcakes de mi curso con Alma (que iban colocados debajo de la tarta) y el fondant que llevaba para terminar la tarta en casa.... pues nada, a montar el numerito con todos los viajeros que iban pasando por el escáner como espectadores de excepción. Parecía un mini-stand de expotarta en Atocha; qué bochorno!!
Finalmente, el sujeto del escáner decidió limitarse a pasar el aparatito ese que pita con los metales y, cómo no, la base plateada de la tarta tuvo que pitar; nueeeevo sermón del sujeto... pero, gracias a Dios, pasé. Uffff, que estréeeeees.
En fin, que el individuo simplemente hacía su trabajo (y doy fe de que se lo toma muy en serio), pero a mi casi se me abre la úlcera.
Cuando por fin llegué a mi asiento en el tren, me dejé caer y de verdad que me sentía como si me hubieran metido una paliza; agotada física y mentalmente. A pesar de que el asiento de mi lado iba vacío, la tartita viajo todo el recorrido sobre el regazo de Patri; ya lo que me faltaba era que pasara cualquiera por el pasillo y le diera un mal golpe a mi niña o a su maldito lazo. Creo que no hubiera podido responder de mis actos.
Pues nada, después de todo este cuento de pena que os he metido, aquí tenéis el resultado de mi trabajo durante el curso.
Creo que, el careto de la niña, viene a ser similar al que se me quedó a mi (en el taxi) cuando me di cuenta de que mi móvil seguía de cursillo con las tartas. :-o
Y estos fueron los inicios:
Y aquí el trabajo un poco más avanzado; hasta este momento, todo había sido paz y relajación pero... con la cabeza, comenzaron todas mis desgracias :-))
Ayyyy, que cara de buena tiene la condenada; casi me la puedo imaginar preguntando con voz inocente (en plan Steve Urkel): "Patri, ese infarto... te lo he provocado yoooo?"